Ni los clips promocionales ni los pósters coloridos hicieron que me atreviera a ver la serie Introverted Boss cuando aún estaba en emisión. Me daba la sensación de que apuntaba a ser una comedia romántica de manual. Hasta tuve el leve temor de que se mofaran de forma despectiva de aquellos que tenemos tantas dificultades para socializar. Sin embargo, no podía estar más equivocada. Si la serie brilla en rebeldía es gracias a la protagonista y su espontánea extroversión, y si se embriaga con matices grises es porque entra en escena el otro personaje estelar: un chico tímido, dueño de un corporativo de relaciones públicas (por herencia, más que por amor al prestigio), que sufre de un trastorno de ansiedad desde pequeño que lo tiene sumido en un estado permanente de estrés.
Siempre vestido de negro (para no resaltar entre la gente) y el gorro de la sudadera puesto sobre su cabeza (para protegerse del mundo), con una ansiedad anticipatoria que lo ahoga con descaro, una incapacidad para mantener contacto visual y ciertas situaciones que terminan por retumbar a sus pies y sacudir los cimientos donde levemente se sostiene su cordura. No podría identificarme mejor con algún otro personaje que haya conocido antes. Más de una vez tuve que detener el episodio para poder distanciarme de las sensaciones que superaban al joven y amenazaban con desembocar un ataque de pánico en mí (y en él, claro está). Pedazo de actuación, ¿eh? Introverted Boss vale la pena, más que por la trama en sí, por la adaptación tan soberbia que hace de las enfermedades mentales. El título se queda corto si tomamos en cuenta que el calvario que vive el chico no es timidez, ni mucho menos introversión, sino un trastorno de ansiedad crónico.
Más que la trama me he quedado por la personalidad del protagonista; porque es imposible no verme reflejada en él. Y porque los trastornos mentales, ya sea aquí o en Corea del Sur, siguen siendo un tabú tremendo que vale la pena continuar rompiendo hasta que hagan el ruido necesario para que los demás lo escuchen y comprendan, aunque nos duela tanto hacerlo.
Siempre vestido de negro (para no resaltar entre la gente) y el gorro de la sudadera puesto sobre su cabeza (para protegerse del mundo), con una ansiedad anticipatoria que lo ahoga con descaro, una incapacidad para mantener contacto visual y ciertas situaciones que terminan por retumbar a sus pies y sacudir los cimientos donde levemente se sostiene su cordura. No podría identificarme mejor con algún otro personaje que haya conocido antes. Más de una vez tuve que detener el episodio para poder distanciarme de las sensaciones que superaban al joven y amenazaban con desembocar un ataque de pánico en mí (y en él, claro está). Pedazo de actuación, ¿eh? Introverted Boss vale la pena, más que por la trama en sí, por la adaptación tan soberbia que hace de las enfermedades mentales. El título se queda corto si tomamos en cuenta que el calvario que vive el chico no es timidez, ni mucho menos introversión, sino un trastorno de ansiedad crónico.
Más que la trama me he quedado por la personalidad del protagonista; porque es imposible no verme reflejada en él. Y porque los trastornos mentales, ya sea aquí o en Corea del Sur, siguen siendo un tabú tremendo que vale la pena continuar rompiendo hasta que hagan el ruido necesario para que los demás lo escuchen y comprendan, aunque nos duela tanto hacerlo.
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