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De entrada, el argumento es buenísimo: un joven con memoria eidética ve con impotencia cómo su padre es condenado a muerte por la violación y posterior asesinato de una chica. El problema aquí es que el señor no recuerda haber cometido el crimen a pesar de que casi todas las evidencias apuntan a su dirección. El asunto se complica al saber que el acusado lleva meses desarrollando síntomas inequívocos de Alzheimer.
Entiendo totalmente lo de la dualidad de mentes: el padre olvida mientras el hijo recuerda. Es simbólico y simbiótico; y mientras la mente de uno se desvanece sin reparo, la del otro se adapta al entorno y trata de materializar aquello que fue olvidado. Hasta ahí todo bien. Pero el asunto se desinfla al ver los pocos matices de los personajes; no me digan que eso no daba para más porque no se los creería. Algo falla en una producción cuando sólo son capaces de mostrar protagonistas o muy buenos o muy malos. Polos opuestos que de ninguna manera pueden colisionar unos con otros, o bien, actuar de una manera más diversa. Quizá Park Dong Ho (el abogado con trajes extravagantes) es el que más se preste a mostrarnos una personalidad a la altura que involucra un pasado de dudosa legalidad y unos métodos de trabajo que ponen a sudar a la justicia coreana, pero su balanza se guía más a base de buenos actos que acaparan todo los pecados que le carga la conciencia.
Pero Seo Jin Woo y su padre (del que he olvidado su nombre tanto como él ha olvidado su vida) son panes de dios remojados con café. Y ahí es donde empieza mi principal conflicto. El problema no es que sean buenos, gentiles e inocentes, sino que la vida los ha tratado con la punta del pie y que Precious Jones sufra como ellos; así de fuerte. La familia original era de cuatro integrantes: papá, mamá, Jin Woo y su hermanito mayor. El hermano y su mamá fallecieron en un accidente de autos años atrás donde papá y Jin Woo salieron muy heridos pero lograron recuperarse y vivir humildemente a su manera. Su padre se desempeñaba como personal de limpieza y él iba a la preparatoria con su memoria fotográfica y un futuro prometedor a la vista... hasta que sucedió el femicidio.
La abogacía en sí entraría como salvavidas tantos años después para salvar al hombre sin memoria de una condena aberrante e injusta, y para limpiar, aunque sea un poquito, la reputación tanto del padre como de su hijo ante una sociedad que los estigmatizó hasta un grado discriminatorio. De hecho, lo que más me golpeó la moral fue ver cómo Jin Woo se la pasa llorando todos los episodios; en serio, creo que puedo contar aquellos escasos momentos en los que no lloró o no puso la cara haciendo un puchero. No es que el chico sea un debilucho, sino que la pasa fatal en todo momento. El padre por lo menos no es capaz de retener recuerdos por mucho tiempo, pero en el caso de él es distinto, y eso lo jode en cada escena.
Llegué a un punto en que todo me pareció tan absurdo y telenovelero que cada vez que le pasaba algo fatal al pobre chico en lugar de llorar con él me reía. Y mucho. Y comencé a sentirme muy mal al respecto, porque en el fondo empaticé con él, y también con Lee In Ah, la chica que estuvo a su lado desde el principio aunque en cuestión sentimental todo se quedó muy por encimita antes de que la mente del chico lo traicionara. Para ser sincera —y un poco amargada— el asunto mejora un poco conforme la trama se acerca al arco final y los recuerdos perdidos le impide soltarse a llorar a lágrima viva pasando la estafeta a los otros que atestiguan el avance de la enfermedad.
El final es abierto, y de verdad lo agradezco, porque es lo mejor que podían hacer. Si lo que Jin Woo tiene es Alzheimer de aparición temprana el progreso del mal es rápido y el pronóstico a largo plazo es la muerte, tal cual. Por ese motivo se alejó de sus compañeros y de In Ah, quizá para que esta no atestiguara, ya no su pérdida de memoria o la conciencia de sí mismo, sino el camino que lo conduciría al ocaso de su vida.
Ni siquiera sé si adentrarme a los demás personajes porque de sobra está que ellos dos fueron los que más me entristecieron. El abogado Park Dong Ho fue el mejor de todo, con su turbio pasado, el fantasma de su padre que carga en la conciencia y esa reputación intachable que se le resbala entre la mirada soberbia y la arrogancia de saberse inteligente. Y Nam Gyu Man, como el villano mirrey que sabe salirse con la suya al lado de sus matones también merece mención especial. Apenas apareció en pantalla por primera vez y lo odié.
En conclusión: vale la pena para verlo una vez y juzgarlo, es una buena historia a pesar de los defectos, y si les gusta el melodrama en su máxima expresión, con lagrimones asegurados desde el primer episodio ésta es una serie que les vendría bien. No es un drama que haya odiado, pues tuvo muchos momentos buenos, pero la manera en que los personajes que más sufrían rebosaban una bondad ridícula fue lo que anuló la credulidad en la trama.
Entiendo totalmente lo de la dualidad de mentes: el padre olvida mientras el hijo recuerda. Es simbólico y simbiótico; y mientras la mente de uno se desvanece sin reparo, la del otro se adapta al entorno y trata de materializar aquello que fue olvidado. Hasta ahí todo bien. Pero el asunto se desinfla al ver los pocos matices de los personajes; no me digan que eso no daba para más porque no se los creería. Algo falla en una producción cuando sólo son capaces de mostrar protagonistas o muy buenos o muy malos. Polos opuestos que de ninguna manera pueden colisionar unos con otros, o bien, actuar de una manera más diversa. Quizá Park Dong Ho (el abogado con trajes extravagantes) es el que más se preste a mostrarnos una personalidad a la altura que involucra un pasado de dudosa legalidad y unos métodos de trabajo que ponen a sudar a la justicia coreana, pero su balanza se guía más a base de buenos actos que acaparan todo los pecados que le carga la conciencia.
Pero Seo Jin Woo y su padre (del que he olvidado su nombre tanto como él ha olvidado su vida) son panes de dios remojados con café. Y ahí es donde empieza mi principal conflicto. El problema no es que sean buenos, gentiles e inocentes, sino que la vida los ha tratado con la punta del pie y que Precious Jones sufra como ellos; así de fuerte. La familia original era de cuatro integrantes: papá, mamá, Jin Woo y su hermanito mayor. El hermano y su mamá fallecieron en un accidente de autos años atrás donde papá y Jin Woo salieron muy heridos pero lograron recuperarse y vivir humildemente a su manera. Su padre se desempeñaba como personal de limpieza y él iba a la preparatoria con su memoria fotográfica y un futuro prometedor a la vista... hasta que sucedió el femicidio.
La abogacía en sí entraría como salvavidas tantos años después para salvar al hombre sin memoria de una condena aberrante e injusta, y para limpiar, aunque sea un poquito, la reputación tanto del padre como de su hijo ante una sociedad que los estigmatizó hasta un grado discriminatorio. De hecho, lo que más me golpeó la moral fue ver cómo Jin Woo se la pasa llorando todos los episodios; en serio, creo que puedo contar aquellos escasos momentos en los que no lloró o no puso la cara haciendo un puchero. No es que el chico sea un debilucho, sino que la pasa fatal en todo momento. El padre por lo menos no es capaz de retener recuerdos por mucho tiempo, pero en el caso de él es distinto, y eso lo jode en cada escena.
Llegué a un punto en que todo me pareció tan absurdo y telenovelero que cada vez que le pasaba algo fatal al pobre chico en lugar de llorar con él me reía. Y mucho. Y comencé a sentirme muy mal al respecto, porque en el fondo empaticé con él, y también con Lee In Ah, la chica que estuvo a su lado desde el principio aunque en cuestión sentimental todo se quedó muy por encimita antes de que la mente del chico lo traicionara. Para ser sincera —y un poco amargada— el asunto mejora un poco conforme la trama se acerca al arco final y los recuerdos perdidos le impide soltarse a llorar a lágrima viva pasando la estafeta a los otros que atestiguan el avance de la enfermedad.
El final es abierto, y de verdad lo agradezco, porque es lo mejor que podían hacer. Si lo que Jin Woo tiene es Alzheimer de aparición temprana el progreso del mal es rápido y el pronóstico a largo plazo es la muerte, tal cual. Por ese motivo se alejó de sus compañeros y de In Ah, quizá para que esta no atestiguara, ya no su pérdida de memoria o la conciencia de sí mismo, sino el camino que lo conduciría al ocaso de su vida.
Ni siquiera sé si adentrarme a los demás personajes porque de sobra está que ellos dos fueron los que más me entristecieron. El abogado Park Dong Ho fue el mejor de todo, con su turbio pasado, el fantasma de su padre que carga en la conciencia y esa reputación intachable que se le resbala entre la mirada soberbia y la arrogancia de saberse inteligente. Y Nam Gyu Man, como el villano mirrey que sabe salirse con la suya al lado de sus matones también merece mención especial. Apenas apareció en pantalla por primera vez y lo odié.
En conclusión: vale la pena para verlo una vez y juzgarlo, es una buena historia a pesar de los defectos, y si les gusta el melodrama en su máxima expresión, con lagrimones asegurados desde el primer episodio ésta es una serie que les vendría bien. No es un drama que haya odiado, pues tuvo muchos momentos buenos, pero la manera en que los personajes que más sufrían rebosaban una bondad ridícula fue lo que anuló la credulidad en la trama.
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